En marzo de este año el Presidente dijo una frase-orden de condena: "La Internet no puede ser una cosa libre, donde se haga y se diga lo que sea".
¿Recuerdan el episodio? Se cocinó una acción fraudulenta contra Noticiero Digital en la que dos perfiles falsos publicaron rumores en el foro sobre el asesinato de figuras públicas. Pocas horas después de montada la jugada de laboratorio, Chávez la comentaba en el Teatro Nacional en un acto televisado.
Nadie le dijo que los rumores fueron desmentidos por los mismos foristas de ND y retirados de la página por el moderador de inmediato. La hiperdemocracia de la web es una lógica digital que el poder aún no entiende.
Luego, en un alarde de mímesis con el líder único, Aristóbulo Istúriz declaró en VTV que a Internet le salía regulación con Ley Resorte. Claramente, el ex ministro de Educación pensaría que Internet es un canal caprichoso que se transmite en una televisión rara con máquina de escribir incorporada. Era la única explicación para pensar que una ley destinada a la responsabilidad por el uso del espectro radioeléctrico podía aplicársele a una plataforma como la web, cuyo soporte es de otra naturaleza.
Sabemos lo que ocurrió después: con la mala prensa internacional que se ganaron, en el siguiente Aló Presidente estaban inaugurando nuevos Infocentros, comprando computadoras para niños y promoviendo el @ChavezCandanga. Cambio de estrategia y aquí no ha pasado nada.
Sin embargo pasó el tiempo. La misión Candanga sigue sin resolver los tecnopapelitos que la gente manda sin pagar plantón en Miraflores; La Hojilla no se da abasto para "desmontar las matrices mediáticas" de la plaza pública digital y Twitterzuela no para de meterle goles a la agenda Setting nacional. La gente acude a la web cuando las cadenas atan a la radio y la TV. Internet es la pantalla dividida de esta segunda etapa de la revolución, y eso es de temer para quienes pregonan la hegemonía comunicacional como política.
De allí que la propuesta de Conatel de esta semana tenga sentido. No sólo Aristóbulo sino una caterva de burócratas complacientes creerían que el control de la pantalla incluye la del monitor, y el control de los contenidos.
Mientras otros países legislan sobre la neutralidad de la web, un principio que sí es socialista y revolucionario, en Venezuela afilan teclados para tomar "medidas contundentes" que le permitan al Estado "retirar del aire" lo que ellos consideren. Como si Internet fuese aire.
Probar el dulcito de la censura web es una tentación. Es cómodo que la superioridad moral de la revolución determine qué contenidos son buenos y cuáles atentan contra la paz, sobre todo, cuando los países hermanos ya lo hacen. Recuerden que no somos tan amigos de Finlandia, Suecia o Noruega como sí de Irán, China, Bielorrusia, Cuba, Libia y otros villanos del control digital.
Si no es otro globo de ensayo, a Conatel le deben picar las manos por hacer lo que tanto criticaron de 2002: "Esa basura va fuera del aire". Por eso criminalizar selectivamente la opinión en el ciberespacio, bloquear el acceso a páginas, generar autocensura en los medios que tengan sus comentarios abiertos y exigir controles y monitoreo a proveedores de servicios como Cantv e Inter son cartas que la radicalización gubernamental puede jugar. ¿Se imaginan los costos? Parece que los dueños de lo correcto no.
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TalCual / Domingo 28 de Noviembre de 2010